dimecres, 9 de març del 2011

Historia y cine


BLOQUE II
Tema 4: Del J’accuse (1919, Abel Gance) a Feliz Navidad (2005, Christian Carion). Imagen y memoria de la I Guerra Mundial.

1, El cine de la I Guerra Mundial.
El  tiempo que se inicia con la primera guerra mundial y tiene también un tiempo cinematográfico que comienza con J’accuse de Abel Gance, en la que se habla de imagen y memoria de este proceso bélico.

Hablar de historia y memoria de la I Guerra Mundial supone analizar las películas que han retratado este acontecimiento en cuanto a discurso histórico, es decir, en cuanto a textos escrito en imagen y movimiento, que de una parte testimonia y de otro produce los grandes cambios de la memoria colectiva. Testimonia y a la vez produce porque películas como J’accuse no sólo fueron las que guardaron memoria de los acontecimientos sino que además influyeron en la forma en la que estos acontecimientos fueron vistos por sus contemporáneos.

Esta película, que estuvo realizada durante la contienda, necesariamente fue una película que mezcló más que nunca la unidad de contrarios de realidad y ficción, vivencias verdaderas y vivencias reconstruidas. A través de esta película Abel Ganze participa del conjunto de los textos que una época escribe sobre esos acontecimientos que está viviendo. El cine como continente y como contenido, como contenedor y portador de la I Guerra Mundial que se forma y modifica a lo largo del novecientos. La historia que nos interesa para dar cuenta de esta imagen de la I Guerra Mundial es la historia cultural, que va directamente al sujeto entendido como instancia social en torno a una colectividad. En definitiva, la historia cultural como aquella historia que permite dar entrada en el discurso histórico a la experiencia vivida y en este sentido hablar de la I Guerra Mundial es hablar de la experiencia ante la irrupción de la modernidad.

Otra de las cuestiones teóricas que debemos abordar es la relación entre el cine y la I Guerra Mundial como un modo de afrontar una forma más amplia de abordar la relación entre cine y modernidad. La gran guerra es la primera guerra moderna porque es la primera guerra industrial, combatida por ejércitos de masas cuyos miembros también experimentan por primera vez lo que es la potencia destructiva de la tecnología y la eficacia de los modernos aparatos burocráticos. Por su parte, la relación entre cine y modernidad se nos presentan como mínimo a tres niveles; en primer lugar el cine es parte integrante del proceso de modernización en cuanto es un instrumento que de alguna forma corroe la cultura del siglo XIX. En segundo lugar, el cine aparece como el gran archivo de la memoria visual de la vida moderna porque pone al novecientos en el centro de la representación, aunque para Godard haya fracasado. Y en tercer lugar, el cine ha sido utilizado para describir la naturaleza del mundo moderno.

Por lo tanto, el cine se nos presenta a un mismo tiempo como agente, testimonio y como metáfora de la modernidad. Un cine que desde el mismo conflicto se manifiesta como una forma expresiva. Una I Guerra Mundial que además debemos entenderla como sinécdoque de la modernidad, ya que la forma en la que el cine se confronta con la primera gran guerra es un modo de ver una cuestión más amplia, que es en la que el cine se confronta con la modernidad, un fenómeno histórico-cultural del que el cine mismo forma parte integrante porque es al mismo tiempo consecuencia y catalizador del proceso de modernización.

Definimos modernidad como sociedad de masas del siglo XX, con características tales como el enorme desarrollo del mundo tecnológico industrial, centralidad de la vida urbana, la presencia de un estado compuesto por potentes aparatos burocráticos, modernización de la vida política y la monopolización de la vida política en grandes partidos y sindicatos de masas, radical cambio de las costumbres y de las formas de vida anteriores a la I Guerra Mundial, difusión de los medios de comunicación de masas y nacimiento de las artes industriales, fundamentalmente el cine, así como el cambio entre la experiencia heredada y la experiencia vivida.

Hablar de la experiencia de la I Guerra Mundial es lo mismo que decir de la posibilidad de estudiar e historiar la experiencia y por tanto hablar de historias de la experiencia es también hablar de memoria y a partir de la memoria  y en relación a la toma de conciencia supone hablar de la construcción de una identidad colectiva tal y como estableció Boris Malbwachs que derivó su concepto de memoria colectiva del que había sido su maestro Durkheim. Hablar de memoria en identidad nos remite a la memoria colectiva, a las políticas de la memoria pública, a las funciones del olvido, los lugares de la memoria social entre los que destacan los monumentos a los caídos y esto nos remite a su vez a la explotación e interiorización de la muerte de masas y a la brutalización de la política en el periodo de entreguerras y por lo tanto al auge de los fascismos.

Al mismo tiempo, hablar de memorias evidentemente también nos remite a la memoria individual, en decir, a la memoria de todos aquellos que vivieron la realidad del cine y hablar de memoria individual es también hablar de toma de conciencia y de identidad.

S. Sasoon y Wilfred Owen, fueron dos poetas británicos que escribieron su poesía según las experiencia en la guerra, de la que participaron siendo capitanes de dos regimientos. Owen declara en su libro ‘’no me ocupa la poesía, mi tema es la guerra y la compasión’’.

Hay una autora, Maurizia Salvati, que afirma que todo el siglo XX está ya inscrito en la I guerra Mundial porque el concepto de experiencia vivida acuñado por Walter Benjamín y a partir del nacimiento de la memoria escrita y su ritualización en representaciones colectivas hacen de la gran guerra un elemento central de la contemporaneidad y esto es así porque la memoria de la I Guerra Mundial es la misma que va a heredar el siglo XX y ahí se encuentra la relación entre individuo y colectividad, entre gobernantes y gobernados y entre experiencia y acontecimiento.

Hablar de la I Guerra Mundial supone situarnos antes uno de los acontecimientos más trágicos de la historia del siglo XX dejando una secuela de muerte y destrucción así como los cimientos para la brutalización de la vida política en el periodo de entreguerras.

También debemos hablar del patriotismo y del sentimiento nacionalista, que fueron los factores ideológicos que condujeron a esa primera gran matanza del siglo XX, que significó un cambio cuantitativo y cualitativo con respecto a los conflictos armados anteriores ya que tanto la enorme capacidad de destrucción como la aniquilación masiva de los contrincantes supusieron una autentica censura y en que encontramos la llamada muerte de masas, la más importante experiencia de guerra.

Para realizar un ejercicio de comparación, basta decir que la campaña de Rusia de Napoleón, Francia perdió 400.000 hombres. Pues es muy inferior al 1.200.000 que perdieron ambos frentes en la batalla del Somme. El conflicto mayor del siglo XIX que fue la guerra franco-prusiana dejó 270.000 muertos franceses y 50.000 prusianos. En la gran batalla de sedan de 1871 los alemanes perdieron a 9.000 hombres y los franceses a 17.000. En Verdun en 1916, los alemanes perdieron 280.000 y los franceses 315.000.

Imagen de la I Guerra Mundial.

Esta experiencia cobra más importancia con las palabras de Paul Fusell: “Quien combate en una guerra tiende a pensarla en principio similar a la última guerra que ha tenido lugar”. Así, si la guerra fue un punto fundamental en la historia de la civilización industrial moderna, es porque enfrenta realidad tecnológica y mentalidad tradicional de un modo imprevisto.

Para Gibelli la I Guerra Mundial representó la fractura y el trauma a partir del cual se construyó una memoria colectiva y el ingreso en un mundo en el cual estaban recelosos porque rompían con toda su experiencia anterior y un pasado que irremediablemente desparecía y se llevaba con él toda la experiencia anterior.

Las consecuencias políticas de este encuentro con la muerte de masas tuvieron una repercusión de vital importancia sobre la lucha política en el periodo de entreguerras porque van a dar lugar a una nueva fase del desarrollo del nacionalismo, un nacionalismo excluyente y exacerbado de los fascismos.

Además, el enorme impacto de la muerte de masas ha hecho que la sociedad europea posterior a la I Guerra Mundial sea una sociedad en luto, ya que hay una reelaboración del luto público y privado. Porque debemos legitimar a la nación en armas.

A finales del siglo XIX aparece una obra de Durkheim llamada El suicidio, en la que se analiza el suicidio como el exponente ultimo de la destrucción y del malestar social que existe en las sociedades mas avanzadas y cultas del mundo: Francia y Alemania. El extraordinario aumento que el autor constata en las muertes voluntarias da cuenta del estado de profunda perturbación que sufren las sociedades civilizadas. Esa ansiedad y desequilibrio mental que percibían los sociólogos también eran las mismas que percibían los psiquiatras que veían pasar por su consulta a individuos aquejados de psicosis y neurosis. También son los años en los que Freud escribe El malestar de la cultura.

Emmanuel Todd pudo constatar en su obra El loco y el proletario el imparable aumento de suicidios en la Europa de finales del XIX e inicios del XX. Además Todd va a estudiar otro indicador de malestar social como es el alcoholismo que tuvo un incremento espectacular en esta época. Por tanto, ese malestar es paralelo a la ampliación del proletariado y la clase media.

La propia intelectualidad europea también mandaba mensajes de violencia o destrucción, pues esos nuevos movimientos culturales de intelectualidad contemplaban la guerra como el elemento purificador de las sociedades. El proletariado a su vez había sido alcanzado por esta ola de violencia pero pese al esfuerzo de la II internacional, los socialistas también tomaron posiciones nacionalistas apoyando a sus estados en las acciones bélicas.

Las previsiones en países como Inglaterra fueron totalmente desbordadas por el aluvión de millones de jóvenes que se alistaron deseando ir al frente. La generación del 14 con la que se conoció a aquellos entusiastas tiene que ver mucho con el ideal de juventud, ya que se alistaban con grandes esperanzas en una interminable búsqueda de evasión de la vida. Pero habían perdido la noción de la guerra, pues para esta gente era una guerra imaginada, ya que la guerra o las batallas se ganaban o perdían en un día, cosa que no ocurría realmente en la I Guerra Mundial.


La brutalización se derivó de aquello que fue fundamental para los nacionalismos fascistas, la experiencia en guerra, de la cual extrajeron sus principales mitos. Algunos de los excombatientes se sentían extraños al pasado anterior de su experiencia, siendo irrecuperables para la sociedad.
Así, las organizaciones de excombatientes fueron unos centros de reclusión importantes para los regímenes totalitarios, ya que se producía una ritualización y memoria de la experiencia en guerra, para recordar a los camaradas caídos.
A partir del mito del soldado caído se producirá una estructuración de la imagen de la nación sobre el mito de la exaltación del sacrificio. Favorecerá la emergencia de auténticas “religiones civiles” que idolatran a la nación, siendo el soldado caído el pilar fundamental de este culto.
Películas como “Sin novedad en el frente” (1930) demuestran esta devaluación de la vida en las personas y también nos muestra la brutalización de la política. Este filme transmite el mito de la guerra para la reestructuración de la nación.

2, Aspectos de la guerra

Guerra de posiciones: Guerra de Trincheras. Un pequeño avance en la tierra de nadie se traducía en miles de bajas. Se destruye ese romanticismo que acompañaba a muchos soldados, que descubren la realidad del horror. Los soldados tienen una nueva forma de percibir la guerra, que será la experiencia en trinchera, que determinará el enfrentamiento con la muerte de masas.

Si hay algo que domina la imagen y memoria en la guerra es una división rigurosa entre los conceptos de antes y después de la experiencia en el frente, especialmente en lo referente entre la guerra imaginada romántica y la guerra vivida. Esto supondrá una discontinuidad de la experiencia que va a romper con el propio proceso de identidad del soldado.

La vida y muerte en las trincheras lleva consigo el fenómeno de la camaradería, ya que esta relación va acompañada de una identificación y una solidaridad de la que anteriormente carecían. Se diferencia la antigua patria y la nueva patria a partir de las trincheras. No será lo mismo entre oficiales y soldados. Para los mandos los soldados solo son porcentajes de bajas de los que se puede prescindir.

Aunque la camaradería era fundamental, no era suficiente para aliviar el horror y el miedo de la guerra. No sólo en el frente, sino también en la vida civil, ya que era difícil encontrar a alguien que no hubiera sufrido pérdidas irreparables.

Tuvo también una gran importancia la justificación de las muertes. Como en La vida y nada más (de Bertrand Tavernier, 1989). Se justificaba el daño irreparable de la guerra por la patria, como una cruzada ante el enemigo. Se ocultó la realidad de la muerte de masas realzando la victoria. Al mismo tiempo, el mito de la experiencia en guerra ocultó el horror de la guerra.

3, ¿Qué ha aportado el cine a la imagen y memoria de la IWW?
“Yo acuso” (Abel Gance, 1918) es la primera película que se hizo sobre la Primera Guerra Mundial. Fue filmada durante la guerra y estrenada en 1919. Es un fiel reflejo de las consecuencias de la guerra de trincheras. Un ejército de muertos se levanta para pedir responsabilidades a los vivos al final de la película. Estaba representado por soldados reales, que se convirtió más tarde en muertos reales, ya que muchos encontraron la muerte.

Yo acuso tiene otros dos puntos fundamentales:
-                     Capacidad de sintetizar todos los aspectos clave de la IWW, expresados en un lenguaje puramente fílmico, por medio de la imagen. En el breve tiempo de la presentación de los personajes se encuentra todos estos aspectos de forma conceptual.
-                     Modificación magistral que hace Abel Gance en 1922 en una segunda edición. Se incorpora una escena potentísima ahora, ya que antes no se podía realizar. Aparece el armisticio y el desfile en los campos elíseos del 14 de julio 1919, pero que estará acompañada por los mutilados en la guerra, un gran momento de luto de masas. En 1922 se añadirá a la grabación de este desfile superpone una imagen por encima de los soldados, que será un desfile físico y moral de los muertos. Los caídos vuelven a casa.

“Armas al hombro” (1918), de Charles Chaplin, es otra película destacable sobre la 1ª Guerra Mundial. Él y Abel Gance son los primeros en dejar claro el antibelicismo. Cada vez que hay un disparo, se hace una línea para contar los muertos.  A este film le seguirá “El gran desfile” de King Vidor, de 1925. Es una gran producción en la que se da una visión excesivamente romántica de la guerra.

Las 4 películas principales de los años 30 sobre la guerra son: “Sin novedad en el frente de occidente” (Lewis Milestone, 1930), “Cuatro de infantería” (George Pabst, 1930), y “Remordimiento” (Ernst Lubitsch, 1932) y “La gran ilusión“(Jean Renoir, 1937).
-                     Sin novedad en el frente de occidente à Recuperan el alegato antibelicista por dos motivos. Por una parte, en 1930 hay una gran preocupación por el papel de los EE.UU. Por otra parte, el ascenso del nazismo hace tomar posiciones antibelicistas. La película carece del típico héroe de las películas bélicas.

-                     “Cuatro de infantería” à Se rueda en Alemania, por lo que encontrará pronto la censura de los nazis. Utilizará el bando alemán, centrándose más en mostrar la guerra tal cual. Será criticada tanto por censurar el conflicto (derecha) como por no explicar sus orígenes (izquierda). Se alternarán momentos de reposo con imágenes de dolor y muerte.

-                     “La gran ilusión” à  El cine interpone el internacionalismo pacifista al nacionalismo belicista. Los soldados son enviados a la guerra por manipulación. Directores de cine como J. Renoir, más que mostrar, explican la guerra.

En la década de los 40 no hay cine sobre la Primera Guerra Mundial. Hay sobre la segunda.
Sin embargo en los 50 sí que hay películas sobre la primera, como “Senderos de Gloria” (1956) de Kubrick o “Adiós a las armas”, de Charles Vidor, de 1957. En el 1959 se rueda “La grande guerra” de Mario Monicelli.

En los 60 destaca la película “Rey y patria” Joseph Losey, de 1964.

En los 70-80-90…: Johnny cogió su fusil (Dalton Trumbo, 1971), Gallipoli (Peter Weir, 1981), La vida y nada más (Bertrand Tavernier, 1989), Capitán Conan (también de Tavernier, 1996), El pabellón de los oficiales (François Dupeyron, 2000/01), Largo Domingo de noviazgo (Jeunet, 2003) o Feliz Navidad (Christian Carion, 2005). Todas estas producciones nos muestran que la 1ª Guerra Mundial sigue siendo una de las claves para entender el siglo XX. Si hay un cine antibelicista ha encontrado su plasmación más brillante en este cine.


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